viernes, 31 de octubre de 2008

Corazón de Guerrero

Por Nancy Sáez

Hay historias que no se encuentran escritas en los grandes libros, pero no por ello dejan de ser menos sustanciosas. La historia oficial narra procesos históricos, económicos y sociales, habla de revoluciones y batallas. Sin embargo, la otra historia también está presente. Es la historia de personas anónimas, que se escribe con hechos cotidianos, las propias experiencias o los valiosos recuerdos de los abuelos.
No es común incorporar estas microhistorias personales a la historia con mayúscula de las escuelas. Solo en las últimas décadas esta situación ha ido cambiando y se rescatan del olvido muchas tradiciones que hasta ahora se transmitían en forma oral.
Esta publicación intenta volver la mirada atrás y reconstruir dentro de nuestra historia nacional, un aspecto fundamental de la identidad: el de los inmigrantes vascos que poblaron el país y que integrando sus costumbres, dieron origen a esta multifacetica argentina.
Algunas familias vascas llegaban deseosas de tener acceso a la tierra, trabajar y regresar a su país en pocos años. Otras adoptaron su segundo país como propio, se establecieron, formaron familia y jamás regresaron o sólo lo hicieron de visita.
El inmigrante vasco aportó a la argentina, un bagaje importante de valores y costumbres propios de su cultura. Trajo el amor a la tierra y el apego a la propiedad, nuevas prácticas en el trabajo e ideas renovadoras. Quienes llegaban a “hacerse la américa” eran personas con una alta dosis de coraje y un espíritu emprendedor.
Se comprende así la saga de sus vidas. El pasado que les tocó vivir y el salto casi al vacío de su viaje. Conocer estos hechos, sus luchas, sus aspiraciones y su vida permite a sus descendientes acercarse y comprender sus orígenes.
Este trabajo aspira a reivindicar, no solo las historias de vida de algunos vascos en la ciudad de Comodoro Rivadavia, sino también a resaltar esos ideales de firmeza y valentía frente a las adversidades que les tocó vivir en este duro y árido suelo sureño.


CORAZÓN DE GUERRERO

Antonio Baztán es un luchador nato. Aunque nació en Barcelona, se identifica con la sangre vasca que heredó de su padre, Dn Santiago Baztán Basterra. Su espíritu no admite concesiones. Hace honor a todas las características que identifican a su pueblo: trabajador, tozudo, voluntarioso, emprendedor y de espíritu noble.

“Yo soy un tipo muy complicado. A mi me gusta que las cosas se hagan bien” -afirma mientras mira a su interlocutor directamente a los ojos en posición firme.
Esa actitud le ha valido muchas veces que en el círculo de las colectividades comodorenses lo rotulen como “de línea dura” y es que, Antonio Baztán es implacable en sus decisiones. Sobre todo en lo referente a los cuidados de su familia y la Asociación Vasca que hoy lidera.
Las experiencias y el tiempo han moldeado su carácter. Su vida no ha sido fácil en estas tierras tan lejanas a la de sus sueños. Ha peleado la vida con las armas que heredó de su Cáseda añorada (Navarra)- ciudad en la que se crió desde los tres meses de vida- al cuidado de su madre y abuelos paternos porque su padre estaba en la guerra.
Según explica, la decisión de emigrar de su país se debió a tres circunstancias: el franquismo, las deidades que ofrecía la propaganda de los agentes de emigración en el pueblo y la posibilidad de obtener un trabajo por medio de un primo lejano de su padre, radicado en Pico Salamanca.
En el año 1955 tenías que venir con trabajo si o sí, de lo contrario no se podía entrar al país” confirma Don Antonio, mientras con sinceridad absoluta comenta “eso no era real, era una trampa solamente. Pero había que cumplirla”.


Y es que en esa década, las puertas de entrada a la Argentina se estaban restringiendo, contrariamente a la política migratoria establecida a partir de 1853 y reafirmada en 1876 durante el Gobierno de Nicolás Avellaneda donde las leyes fomentaban la inmigración al país.

“El viaje fue maravilloso. ¡Fue lo más maravilloso que me pasó en la vida!” comenta emocionado. Y una luz intensa en sus ojos deja entrever que está navegando nuevamente las aguas del Atlántico con sus jóvenes 16 años.



“Vivimos quince días viajando en el barco Cabo de Hornos. Salimos de Barcelona, pasamos por Sevilla donde el barco tenía que cargar aceituna para los Estados Unidos, luego fuimos a Canarias, a Tenerife y llegamos a Río de Janeiro donde se intercambiaron las aceitunas por bananas que venían para la Argentina.”
Expectante, como reviviendo esos recuerdos que tan bien le hacen, ríe. Con sonrisa tierna, casi infantil, pero no llora. No se permite llorar. Aunque ambas sensaciones florecen en su ser, casi sin pedir permiso.




“Mira te voy a contar - me explica- arriba del barco teníamos cine y baile. ¡La pasamos muy bien!. Era estar así todo el día ¡lo pasamos espectacular!. Nos reíamos mucho. También observábamos a un grupo de árabes. ¡Ellos adoran al sol!. Cada nuevo día, iban a cubierta para la salida del sol y se arrodillaban, se tiraban… y nosotros ¡no entendíamos nada!. Decíamos.. ¡¡estos están locos!! Y todos los días, hasta llegar acá era así.”
Nada se escapa de sus recuerdos, ni horarios, ni puertos, ni pueblos “bajamos en Buenos Aires. Paramos en el Hotel EUSKALDUNA, que queda cerca de la estación Retiro –referencia- y viajamos luego de dos días a San Antonio Oeste en tren. Finalmente llegamos en transportes Patagónicos hasta Comodoro Rivadavia, donde nos establecimos”


- ¿Duele mucho el desarraigo? Pregunto.


La historia de uno, su país y los afectos no se olvidan. Es algo que te queda adentro. Es como un árbol que lo transplantas de grande...da frutos, si. Pero no, no es lo que debiera dar, ni brinda lo que debiera brindar.



Un puente al infinito

Sus ojos se impregnan de nostalgia. Nostalgia por el país donde vivió desde pequeño hasta los inicios de su juventud. “A los 16 años uno tiene amigos, y quiere hacer las cosas que se hacen a los 20. Uno se siente grande” .

Sus pensamientos vuelven a experimentar el dolor de quien deja todo lo que tiene, para saltar a lo desconocido, al vacío de un viaje que parece sin retorno. “Me hubiera podido quedar allá con mi tío –dice- pero esas cosas...”
La descripción es muy fuerte y las palabras huyen por un momento de sus labios, impronunciables. “La verdad es que yo no podía dejarlos solos. Ellos venían para acá con la familia. Y yo veía a mi padre muy indefenso, es como que la guerra lo había resentido un poco y quien sabe si hubieran logrado algo o subsistido, la realidad es esa. Por eso me vine, por ellos.”.

Una vez establecidos en Comodoro Rivadavia Antonio Baztán reconoce haber estado dos meses sin trabajo, y lo dice con admiración “¡dos meses!” como insinuando demasiado tiempo.
Contrariando la realidad de estos tiempos argentinos donde conseguir trabajo a los dos meses, es casi una cuestión de suerte. “Mi padre consiguió trabajo en un almacén de ramos generales, Se llamaba Argensud, pero el sueldo de comercio era muy poco, asi que yo también salí a trabajar. Si bien tenía conocimientos de tornería, no encontré trabajo en esa especialidad, sino en un taller ubicado en el Barrio Industrial. Hacía horas extras como loco para ayudar a construir la casa de los viejos. ¡Me pasaba todo el día metido en el taller!” .

Quizá por su condición de hijo primogénito, Antonio siempre sintió la necesidad de hacerse cargo de la familia, incluyendo a sus propios padres, a quienes recuerda con profundo cariño, respeto y objetividad. Pero su corazón regresaba año tras año y día tras día a la patria de sus amores.

“Durante muchos años he tenido el anhelo de regresar a mi tierra. Fui el primero de la familia en acercarme a la Asociación Euskal Etchea. Necesitaba un contacto con otros vascos para calmar las añoranzas internas que son muy fuertes. En 1955 me acerqué a una cena por la festividad de San Ignacio de Loyola y en 1956 comencé a participar activamente. Integré el primer cuerpo de baile. En esos tiempos todos éramos de allá”.

“Un árbol transplantado de grande da frutos, pero no los que tendría que dar” repite Antonio queriendo evocar el dolor del desarraigo. Por ello, cada minuto, cada día que pasaba, cada festividad, o tardes de cielo azul, despertaban en él las ansias de retorno. Y cambiaba por un instante su vida, devolviéndolo al pasado como un duro rebote de pelota. Entonces la imagen de sus padres, su trabajo y hasta su vida misma se desvanecían. La realidad se apartaba por un momento de su mente, mientras se esfumaba de sus pupilas del mar embravecido que baña las costas sureñas.


Cada domingo, Antonio iba al puerto a mirar el horizonte. A tratar de flanquear esa distancia abismal que lo separaba de sus raices. “Para calmar las añoranzas internas, los domingos íbamos al puerto. Ahí donde estaba la grúa antes, íbamos con el Sr. Calzada, que era otro de los jóvenes que estaban en el cuerpo de baile. Nos sentábamos en las piedras y construíamos un puente imaginario que llegaba hasta España.” “¡Qué ilusos éramos...Por Dios!” Se reprocha retrotrayéndose a la realidad, sin embargo en la intención de describir lo que en aquellos años sentía continúa “Hacíamos cuentas de los días que nos llevaría llegar hasta allá y también de las ovejas que deberíamos llevar para ir comiendo por el viaje. A veces, hasta nos imaginábamos que llegábamos. Pensábamos lo que haríamos una vez allá y ¡hasta nos lo creíamos!. Después, a las 9 pm nos íbamos al cine, y... así cada domingo”.

Con innegable acento castizo dice que jamás expondría a sus hijos al desarraigo “¡Es muy duro vivir en otra tierra!. Si yo luego no volví fue sólo por mis hijos. Porque me ponía a pensar, si éstos van a tener que sufrir lo que sufrí yo ¡no! No sé si se compensa el sacrificio. Yo no podía decidir por ellos. Es algo muy personal porque puedes estar muy mal en tu país; te pueden perseguir mucho; pero a la vuelta de los años, y esto lo hemos conversado con mi padre, no se si compensa el sacrificio. Porque allá se dejó mucho, y se abandonó todo para venir... y ¡no es así la cosa!. Con otra mentalidad tal vez si, pero con la mentalidad que tenemos nosotros no.”

Al hablar de mentalidad, Baztán, habla de valores. Los valores que heredó de su padre, la honestidad, honradez, el sacrificio y el trabajo.
“En el pueblo de donde venimos se decía que venir a América era venir a juntar dinero con las dos manos. Y no era así la cosa. Tal vez sería eso para otro tipo de gente (deshonesta), pero no para gente como nosotros. Pero estoy igualmente orgulloso de mi padre, porque yo hoy puedo caminar por la calle con la frente bien en alto, porque mi padre no le robó a nadie” enfatiza, mostrando su verdadera herencia. Tesoros que en el mercado no se cotizan.

Calmar añoranzas internas

Antonio Baztán nació un 02 de febrero de 1939 y participa en la Asociación “Euskal Etchea” desde hace cuarenta y siete años. Se integró a la institución como colaborador activo en 1956, luego de asistir a la Cena de San Ignacio de Loyola en 1955, el mismo año de su llegada a la argentina.

“Cuando yo era joven criticaba mucho a los de acá” indica señalando las sillas vacías de la mesa del directorio. “Y ahora yo estoy acá, pero lamentablemente no veo que los jóvenes tengan tanto interés como en ese entonces. Nosotros los jóvenes queríamos hacer cosas, buscábamos ayudar, exigíamos a los mayores”.

Y la historia avala sus palabras, no solo colaboraba activamente en actividades relacionadas con la Institución o las cenas aniversario sino que integró el PRIMER CUERPO DE BAILES de la Asociación y comenzó a participar del directorio a partir de 1960.

Desde hace 3 años es el presidente de la Asociación Euskal Echea de Comodoro Rivadavia e inevitablemente pasa muchas horas del día realizando actividades de la institución junto a su esposa Dora Huiche de Baztán, argentina de ascendencia vasca por vía materna.
Cuando Antonio habla de su esposa, el gesto adusto y firme de su rostro se desvanece dejando entrever cierta fascinación por las virtudes de su mujer. “La veía muy dulce, muy tierna…¡pero vaya si tenía su carácter también! De novios me fui unos días a Chile, de paseo, y volví tranquilo como si nada pasara. Yo estaba en falta, pero quería estar normal y cuando aparece ella y me avisan que viene…Yo me acomodo para recibirla como si nada ¡¡y me recibieron en el aire!! Y ahí también estaba la abuela de ella ¡ y se reía la abuelita!” ríe, retomando aquella sonrisa que quedó plasmada en el tiempo de los recuerdos. Antonio y Dora se casaron en 1970 y tuvieron cuatro hijos: Ignacio, Agustín, Pablo y Palmira.

- ¿porqué es necesario seguir apuntalando a la Institución?

Porque sino se pierde todo y es una picardía. No nos olvidemos que el origen de esta institución fue la de contener a la gente, porque habían muchos emigrantes vascos en aquel tiempo. Hoy es necesario que siga en pie para mantener esas raíces.

- ¿Qué es ser vasco? ¿cuales son las características de los vascos?
Es independiente del lugar de nacimiento. Se puede ser vasco por ser nacido en el país vasco o puedes ser vasco sin haber nacido allí. Lo importante es sentirse vasco por los hechos, por las acciones o por estar criado por padre o madre vasca. No hace falta estar nacido en Euskadi para sentirse vasco. El asunto es defender los principios del vasco por sobre todas las cosas.
El pueblo vasco es gente de mucho trabajo y tesón. Nunca escatima esfuerzo para nada, es más, no mide el esfuerzo. Para el vasco no existe el esfuerzo, existe el hacer.

Y esa es la vida del vasco tipo, al menos ha sido la de Antonio. Otrora, construyendo la casa de sus padres y hoy defendiendo, como el más osado de los guerreros, uno de los bastiones vascos en el Sur argentino: La Euskal Echea. Institución que durante gran parte de su vida supo contener esas añoranzas que lo invadieron y que aún atacan su sueño…porque él, ha sido un roble transplantado de grande.


Si como cronista, debiera sintetizar su espíritu, ésta sería la frase que elegiría para ilustrar su temple...y su vida: "Me quitarán las manos, pero con el alma, defenderé la casa de mi padre".



martes, 21 de octubre de 2008

Una vida sobre rieles

Por Nancy Sáez



"El último jefe de Estación"



Parecía un domingo cualquiera. A lo lejos, se escuchaba el silbato del tren arribando a la ciudad de Puerto Deseado. Sin embargo, Carlos Gómez Wilson, "último jefe de estación" del Ramal Puerto Deseado- Colonia las Heras, sabía que aquel 13 de enero de 1978 no era un día más, sino que era un día funesto para la ciudad portuaria ya que por disposición del gobierno del General Videla (1976-1981) éste, sería el último viaje del Ferrocarril Patagónico.

La luz del sol proyectaba la sombra del tren sobre las vías. Las horas circulaban indiferentes a la desazón que sentía el jefe de estación que había dedicado buena parte de su vida útil al Ferrocarril Patagónico.

"El ferrocarril es mi vida" - dice - enseñando un expediente con dos hojas amarillentas en cuya primer hoja puede leerse el siguiente texto “Teniendo conocimiento que existen vacantes de practicantes de la Sección Tráfico y Movimiento, tengo el agrado de solicitar del Sr. Gerente, un puesto como tal. A los efectos que pueda corresponder, expondré al Sr. Gerente que poseo conocimientos de telégrafo, que soy Argentino y tengo 18 años de edad.”

La contratapa de lo que él llama “su vida” es una notificación de “su baja de la Empresa por razones de servicio” . Don Carlos resume indignado “Cuando yo entré, hice esta solicitud. Pero está la contratapa...¡con esta carta mimeografiada me sacaron del ferrocarril! ¡Me sentía pésimo!.


Había servido 34 años al ferrocarril, pensé que merecía una nota donde al menos se agradezca los servicios prestados... Para que veas que los militares no tenían muchos escrúpulos para despacharte, como tampoco los tuvieron para cerrar el ferrocarril ni para dejar tanta gente sin trabajo”.



Historia del Ferrocarril en Puerto Deseado

A veces dos hojas sintetizan el principio y fin de una historia, pero los papeles no siempre muestran lo que fue, ni lo que debió ser. La vida de Don Carlos Gómez Wilson aparece ligada como un eslabón más en la historia de la antigua ciudad portuaria y su ferrocarril patagónico. Quizá por su ascendencia pionera, o tal vez porque su alma aún escucha -a lo lejos- el viejo silbato del tren llegando a su estación.



Entonces la maquinaria de la memoria echa a correr sus engranajes...

“Como soy una laucha de papeles, tengo todos los temas archivados, telegramas, fotografías, recorte de periódicos de la época, actas, decretos, manuales y registros de carga del ferrocarril”- efectivamente, toda esa documentación aparece sobre la mesa, convirtiéndose, junto al testimonio de Carlos Gómez Wilson, en invalorable fuente de consulta y registro.

Cada 20 de septiembre, la ciudad de Puerto Deseado conmemora el aniversario de la puesta en marcha de la primera locomotora en la ciudad. Hecho que efectivamente ocurrió en el año 1909, homenajeando soslayadamente en el mismo acto, "el trabajo entusiasta de un grupo de hombres que - guiados por el Ing. Juan A. Briano- llegaron a sus playas a bordo del vapor “Neuquen” un 30 de abril de 1909 con el encomiable objetivo de “trazar sobre el desierto patagónico un camino de hierro hasta el lago Nahuel Huapi”

[1].

Carlos Gómez Wilson confirma, con pruebas en mano, que en realidad el ramal Puerto Deseado-Colonia Las Heras, formaba parte de un plan ferroviario nacional cuyo proyecto inicial era construir una línea férrea desde Puerto Deseado hasta el Lago Nahuel Huapi, que uniera en su trayecto las provincias patagónicas de Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquen.

Dicho proyecto fue presentado por el Ministro de Obras Públicas, Sr. Ezequiel Ramos Mejía durante la presidencia de Figueroa Alcorta (1906-1910) y fue aprobado por el Senado en el año 1909 de acuerdo a los términos de la Ley N° 5559. El propósito fue fomentar el desarrollo de los Territorios Nacionales “y promover social y económicamente esas apartadas regiones, cuyos trazados habrían de demarcar sobre el suelo de la Patria, el testimonio contrastable de la soberanía Argentina en aquellas promisorias comarcas, en las que era hora de despertar su evolución adormecida". (“El Orden”, Puerto Deseado, 22 de febrero de 1962).

“Este grupo de líneas férreas se hicieron por razones de fomento y soberanía y cuando se cerraron, seguía haciendo falta el fomento y la soberanía en la Patagonia” - afirma con indignación el ex jefe de Estación.

"nuestras locomotoras eran de 1911, entonces no podíamos competir con la velocidad del camión"

-¿Qué uso se le dio al ferrocarril en la zona? ¿De qué manera aportó al desarrollo local?

Al principio el transporte de Carga fue lo más importante. Los viajes llegaban a las Heras para dejar las mercaderías generales en vagones cubiertos de 20 a 40 toneladas, de esa manera se abastecían las estancias y parajes que se iban formando alrededor de las vías. De regreso se traía lana. Se llegaron a transportar 5 millones de kg por año. Después fue la hacienda, los estancieros traían una hacienda excelente al frigorífico de Deseado. En una faena grande se han traído 315.000 animales en jaulas de dos pisos.
Más tarde predominó el transporte de mineral de plomo. El plomo venía de Chile por el Lago Buenos Aires a las Heras en camión, luego se lo subía al ferrocarril y de allí directamente al buque, porque las vías llegaban a la orilla del puerto. Se transportaban 58 millones de kilos de plomo al año.
Otro de los importantísimos servicios que prestó el ferrocarril fue el transporte de agua, porque Deseado no tenía agua dulce, entonces la traíamos de: Teller, Pampa Alta y Viedma que tenían pozos. Se llenaban los tanques y luego se traían a Deseado. En el pueblo había una cisterna grande y luego un privado con su camioncito "Ford T" abastecía de agua a los pobladores. Este servicio fue muy importante y perduró hasta que apareció Obras Sanitarias en el año 1.946.
Luego, en la época de Frondizi (1958-1962), se llevó mucho material de cañerías de petróleo, de gas a Pico Truncado porque el presidente había otorgado la consesión a empresas extranjeras. Con el paso del tiempo esta actividad decayó porque la gente del puerto comenzó a preferir el servicio del camión, pese a que el servicio del ferrocarril era más económico y tenía más capacidad de carga. (El ferrocarril cobraba prácticamente el 50% de la tarifa de los camioneros).
Como te dije yo estuve los 13 últimos años de jefe de estación y tuve la oportunidad de ver cómo fue decayendo la actividad del ferrocarril, lo que pasaba es que nosotros estábamos muy atrasados, porque nuestras locomotoras eran del año 1911, entonces no podíamos competir con la velocidad del camión. Era una carrera contra el reloj y nuestras locomotoras estaban un poco viejas y lentas, no obsoletas (aclara) pero tardaban 6 o 7 horas y para los contratistas era mucho.

¿Usted cree que el ferrocarril podría haberse salvado?

En Deseado el camión suplantó prácticamente el servicio del ferrocarril, en la década del 60. Nosotros llegamos a llevar 5000 toneladas y al último sólo una sola plataforma. En una oportunidad cuando llegó el buque puse 20 plataformas a disposición y cuando las cargamos, la gente del puerto la descargó y la pasaron a un camión. Como jefe de estación, por supuesto les cobré el alquiler, para que quedara asentado el antecedente porque después venían los jefes y preguntaban porqué si nuestro servicio era más barato, la gente del puerto no lo utilizaba. Para que vean que no era problema del ferrocarril, sino un problema de decisión externa a nosotros.
Respondiendo a tu pregunta, te insisto, acá lo que se debe tener en cuenta es que ese ferrocarril era de fomento y desarrollo, para mejorar las cosas, para que la gente viva, porque en la zona de Santa Cruz había 0,4 hab/km2 era muy poco. Al último sólo quedábamos 50 empleados para atender la línea, yo creo que valía la pena aceptar esa pequeña pérdida para mantener la soberanía, porque por ejemplo, el servicio de pasajeros también era muy bueno y bastante económico. Los coches tenían una capacidad de 39 pasajeros y el servicio se hacía dos veces por semana.
El tren contribuyó a federalizar y comunicar los pueblos, aportó lo posible y lo imposible, ahora se destruyeron muchos de los pueblitos que estaban a orillas del camino, y mucha gente emigró hacia zonas más cálidas como Comodoro Rivadavia, Trelew, etc.

¿En qué año comenzó a construirse la Estación del ferrocarril?

La obra comenzó en el año 1909 y en dos años ya estaba lista. ¡Es una obra de arte!. Fue construida principalmente por picapedreros yugoslavos que hicieron un trabajo excelente. Con punzones tallaban las piedras dándoles una simetría perfecta.
El ferrocarril trajo mucho trabajo a la zona, imaginate que Deseado en 1900 tenía sólo 400 habitantes y cuando se iniciaron las obras sólo en el ferrocarril habían 850 personas trabajando entre ingenieros, administración, supervisión y obreros, porque todo se hizo a pico y pala. Los operarios se pedían a Buenos Aires y luego venían por barco.




Puerto Deseado, Construcción de la Estación del Ferrocarril, año 1908

Los chatarreros y la pueblada

Sus ojos se pierden un momento en algún punto del infinito. Hay recuerdos que por propia decisión y necesidades psicológicas quisiera borrar, pero los retrotrae a la memoria porque son importantes "para que se conozca la verdad" - afirma.



"En el año 1972 teníamos un parque ferroviario compuesto por 100 vagones y 5 locomotoras funcionando, eran de Bélgica" - agrega. Puedo darme cuenta que el "aproximadamente" no existe para él. Sus datos y números son exactos.

Mientras continúa el relato, su voz cambia de tono, embriagada por la indignación y la impotencia describe "Yo ya estaba muy tocado, porque al último DESHUASARON el total de los vehículos y las locomotoras. ¡¡Se los dieron a los salesianos!!…yo tengo la constancia ahí. ¡¡Ellos se los vendieron a los chatarreros y cortaron todo para llevárselo por chatarra!!
Yo seguí 2 años más, hasta 1980, cuando me llegó la baja. Para mi fue una desgracia ver a los chatarreros, porque no solo cortaron y se llevaron los vagones…¡¡los deshasaron todos!! Los deshuasaron…total a ellos les interesaba el bronce, me parece"
. Reflexiona intentando encontrar alguna justificación lógica a tanta barbarie.

El gobierno había decidido anteponer un criterio economista al funcionamiento del ferrocarril y poco le importó el "patrimonio histórico", el trabajo, el desarrollo de la región y la soberanía.


"Por suerte el pueblo despertó y cuando sólo quedaban dos furgones…e incluso uno de ellos ya estaba montado sobre el camión de los chatarreros para llevárselo…¡¡la gente de Deseado se puso en los portones y no dejó salir al camión!!
Mientras tanto se habló con Río Gallegos y se consiguió que la Provincia los expropiara. Era uno de los mejores, porque era el "reservado", se usaba para trasladar gente importante, tenía comedor, caja fuerte, luz, cocina y dormitorio. Hoy está montado sobre rieles al costado del Banco Nación, era el 502"
-recuerda visiblemente emocionado y afirma mostrando una fotografía del orgulloso 502 del pueblo- "¡ese es el que quedó…y el chatarrero se lo iba a llevar. La gente no permitió la salida!"

Don Carlos Gómez Wilson es un ser humano noble, trabajador, de mirada afable y muy memorioso, pero quizá el rasgo más sobresaliente de su personalidad es su extremado sentido del orden.


Nació en Puerto Deseado, Provincia de Santa Cruz el 14 de abril 1928. Hoy tiene 76 años de edad. Se autodefine como “una laucha de papeles” y salta a la vista que es así, tiene toda su vida en archivos fielmente clasificados por temas. Es meticuloso y perfeccionista, no se permite errores.
Sobre la mesa una especie de biblia azul sobresale del resto de la documentación. Observo atenta, es el "Reglamento Interno del Ferrocarril” tiene hojas amarillas como todo el resto de la información, lo abro con curiosidad... increíblemente entre sus hojas se intercalan franjas de papel escritas a máquina.


Pregunto y responde naturalmente “esas son modificaciones que a lo largo de los años iban apareciendo, entonces yo las tipeaba en mi vieja Remington y las pegaba en el reglamento original”.

Quizá la suerte o el destino lo signaron para honrarlo con un título muy especial: ser el último jefe de estación. Homenaje que no es poca cosa, máxime si se tiene en cuenta que su abuela fue Doña Rosa Vericat viuda de Wilson, última sobreviviente de los primeros colonos que arribaron el 15 de julio de 1884 con el Capitán Antonio Oneto.


De esta manera, puerto, pueblo y ferrocarril se asocian en increíbles designios que sólo pueden tener una respuesta tangible al amparo de la “cruz del sur”.

Hay una historia que merece ser contada, una identidad y una memoria, la ferroviaria… y Carlos Gomez Wilson -último jefe de estación- esta dispuesto a hacerlo, "para que se conozca la verdad, para que se sepa cómo fue…para que no se olvide"…Porque él, aún escucha el silbato del tren llegando a la estación.

[1] Fuente: “El Orden” periódico de la Ciudad de Puerto Deseado, Septiembre 17 de 1959






El 15 de Julio de 1993, en coincidencia con el 109 Aniversario de la Fundación de Puerto Deseado, el Sr. Carlos Gomez Wilson (es el abuelo con traje y corbata a la derecha de Kirchner)recibe la llave de la estación de manos del entonces Sr. Gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner.